Gilberto Antonio Chamba Jaramillo
“Yo las violaba después de muertas,
esa era mi satisfacción personal. Soy culpable y en esto he andado solo”, nada
más dijo Gilberto Antonio Chamba Jaramillo de 32 años, tras cuatro días
detenido, un 19 de abril de 1993, después de haber encendido el fuego del
terror entre los habitantes de Machala, Ecuador, donde asesinó y violó a ocho
mujeres, violando a otras dos más.
Fue una verdadera psicosis colectiva
la que vivió Machala en los cinco años en que Gilberto cometió suficientes
atrocidades como para pasar al grado de leyenda del crimen bajo el título de
“El Monstruo de Machala”.
Según informaron varias fuentes
periodísticas de la época, Gilberto contó a los policías todo lo que hizo
antes, durante y después de los asesinatos.
Los policías que consiguieron
capturarlo, contaron que tenían dudas de que Gilberto fuera el verdadero
asesino, y que para ver si fingía, intentaron llevarlo a sitios diferentes a
los de los asesinatos, aunque éste siempre les decía que estaban mal y los llevaba,
con escalofriante frialdad, a donde realmente violó y mató.
No resultaba difícil creer que había
matado con facilidad si se tenía en cuenta que, antes de ser taxista, Gilberto
había estado en el Ejército, alcanzando el rango de cabo. Ya después, cuando en
1988 consiguió un taxi, recorrió las calles de Machala hasta 1993, buscando
víctimas que, en general, eran jóvenes, estudiantes, y andaban solas.
El anterior fue el caso de Rosa Benavides, universitaria cuya madre, Lola Román, recuerda como una chica “tranquila, estudiosa y feliz”. Con lágrimas en los ojos, la anciana mujer de 72 años expresó ante fuentes periodísticas: “No se imagina cómo sufrimos todo ese tiempo. Y nos dio más rabia cuando nos enteramos de que el asesino estaba campante en España, como que si nunca hubiera hecho algo malo”. Y para colmo de males, tanto en el caso de Rosa como en otros, Gilberto acudió al funeral de la víctima, costumbre muy cínica que tenía acentuada, tal y como expresan las palabras del policía ecuatoriano Fausto Terán: “Muchas eran madres de las víctimas, quienes le conocían como un hombre tranquilo y educado que había acudido a los velorios con pesadumbre”
Ciudad de Machala, en el cual el asesiono cometio casi todos sus crimenes
Volviendo a su modus operandi, vemos
que, tanto su facilidad de palabra como el uniforme militar que a veces usaba,
le facilitaban conseguir que las jóvenes (en general de 17 a 24 años, aunque
también mató a dos de 14 y 16 años) lo acompañaran hasta una vieja casa, donde
las estrangulaba y abusaba de ellas. Respecto a eso, el propio asesino admitió
lo siguiente: “Primero les ponía una mano en la boca, la otra en la garganta y
así las mataba, pero para asegurarme luego las ahorcaba con una cuerda o
alambre”
En las paredes de aquella vieja casa
en que mataba, Gilberto escribía los nombres de sus víctimas y, casi que a modo
de firma, dejaba en la escena del crimen un cordón amarillo.
Cecilia Cajamarca fue su primera
víctima. Chamba la invitó a comer sandía y le ofreció una cadena de oro y
dinero a cambio de sexo; pero, como ella se negó, él se enfureció, tomó un
pedazo de vidrio roto y se lo hundió con gran violencia, sumiéndola en el sueño
eterno de la muerte y humillando sexualmente su cadáver, ahora que la chica ya
no vivía para rechazarle… Inaugurando lo que después sería costumbre, el
descarado asesino acudió al entierro y hasta dio el pésame a los padres de la
víctima.
Después de Cecilia Cajamarca vinieron
las demás víctimas, hasta que un día Gilberto intentó abusar de una trabajadora
sexual, cuya corpulencia fue suficiente para escapar y dar un testimonio que
resultó clave en el inicio del proceso penal contra el asesino, el cual terminó
con una sentencia de 16 años de prisión, que se disminuyó por el privilegio
2×1, en virtud del cual las penas se rebajaban a la mitad por buena conducta, a
causa de lo cual Gilberto terminó libre en el año 2000
Rumbo a Madrid
Gilberto estaba casado y había tenido
hijos con Mariela para aquel 9 de noviembre del 2000, día en el cual salió
habiendo recibido el corrupto beneficio de limpiar su historial policial… Así,
lavado por la misma ley que debía condenarlo, Gilberto pensó en trasladarse a
España, donde tenía dos hermanas que lo recibieron cuando aterrizó en el
aeropuerto de Barajas, en Madrid.
Ya en Madrid, Gilberto efectúo
diversos trabajos, tales como albañil o cargador de bolsos en el edificio donde
vivía con sus familiares y parejas de turno. Pero en el 2004 consiguió un
trabajo algo estable, como cuidador de una zona de parking en el complejo de
entretenimiento Illa de l”Oci, cerca de la Facultad de Derecho de la localidad
de Lleida. Aunque no solo cuidaba los aparcamientos, sino que también
colaboraba en la limpieza de las salas de cine de Illa de l”Oci.
Matar en España, un error fatal
Una vez que Gilberto consiguió el
empleo como cuidador, no se sintió capaz de resistir a la tentación de
delinquir nuevamente con una de las jóvenes estudiantes universitarias de la
Facultad de Derecho que estaba cerca de su trabajo. Muy probablemente pensó que
la Policía de España era tan ineficaz y blanda como la ecuatoriana, y al
parecer se equivocó
María Isabel Bascuñana, estudiante de
Derecho que vivía en la localidad donde trabajaba Gilberto, solía dejar su
coche en el aparcamiento que cuidaba el asesino, por lo que éste la había visto
algunas veces. Esto lo hacía María Isabel por las noches, y siendo la oscuridad
una aliada del crimen, fue en la noche del 23 de noviembre del 2004 cuando
María Isabel fue vista por última vez, minutos antes, a eso de las 22:00, había
llamado a sus padres para decirles que no cenaría en casa.
Su cuerpo fue encontrado dos días
después a pocas manzanas del cine de Illa de l”Oci: tenía un pañuelo atado al
cuello, estaba metido en una funda de basura y tenía signos de haber sido
salvajemente violada
Ante el siniestro hallazgo se
levantaron varias hipótesis: crimen pasional, venganza y otras posibilidades
alejadas de la realidad. La clave la tenían las amigas de la víctima
María Isabel Bascuñaña, universitaria española a la que Gilberto violó y asesinó
Las amigas de la víctima dan pistas para atrapar al monstruo
En el curso de las indagaciones
realizadas por la policía española, se pudo contactar con las amigas de María
Bascuñana, quienes dieron datos determinantes para capturar al asesino.
Para empezar, según contaron las
amigas de María, ésta les había contado que Gilberto la acosaba sexualmente
cada vez que iba a dejar o retirar su coche del parqueadero. Lejos de parecer
una calumnia, aquello se veía respaldado por otra acusasión, según la cual
Gilberto, buscando satisfacer sus deseos lascivos, les pedía los números de
celular con la excusa de que era para llamarlas en caso de que algo malo les
sucediese a los coches dejados en el estacionamiento. Y decimos que era para
satisfacer sus deseos lascivos ya que, todas las que le dieron el número, recibieron
después llamadas de acoso sexual
Compañeras de la Facultad de Derecho en la
que estudiaba María Isabel Bascuñaña, protestando indignadas por su
asesinato a manos de El Monstruo de Machala
¿Sería entonces Gilberto el asesino
de María? La Policía empezó a sentirse segura de que sí cuando, tras encontrar
el teléfono móvil de María, vieron a través de un registro de llamadas que,
justo en las horas en que desapareció María, desde su celular se efectuaron dos
llamadas, de entre cinco y seis minutos, a lugares en que se ofertaba sexo
telefónico… Entonces: ¿para qué querría María eso?, ¿era esa una conducta
propia de una mujer no-lesbiana?, y eso, claro está, además de que las
llamadas, como ya se dijo, fueron cronológicamente cercanas al momento del
crimen… Ahora Gilberto era el principal sospechoso, y todo empeoró para él
cuando se constató que, la funda de basura usada para intentar cubrir el
cadáver de María, era del tipo de fundas que empleaba el personal de limpieza
del sitio en que Gilberto trabajaba…
Por otra parte, los compañeros de
trabajo de Gilberto dijeron que sí acudió a trabajar la noche del crimen, y que
no notaron nada raro en él. Y en cuanto a vecinos y conocidos, todos rendían
buen testimonio, diciendo que era un sujeto amable y tranquilo. Nuevamente
surgía algo de duda, pero la certeza regresó cuando, tras efectuar una
autopsia, se encontró, mediante exámenes de ADN, que el semen encontrado en el
cadáver de María pertenecía a Gilberto
Juicio y condena del Monstruo de Machala
Gilberto, llorando después de ser detenido por la Policía de España
Astutamente, durante el juicio el asesino dijo que todo era un complot, y que la Policía había tomado semen de un condón que él había empleado, metiéndolo después en la vagina de María para inculparlo. Parecía algo creíble, pero se realizaron indagaciones y la Fiscalía descartó el argumento de la incriminación, dándole a Gilberto una pena de 45 años: 20 por matar a María, 12 por violar a María, y 13 porque, durante el proceso de mediatización y popularización del juicio, una prostituta rumana había testificado en contra de Gilberto, diciendo que éste intentó violarla y matarla
A todo lo anterior se sumaron las
acusaciones que surgieron cuando la Policía Española contactó a la Policía
Ecuatoriana, enterándose de que Gilberto había estado ocultando su siniestro
pasado en Ecuador. Claro que en España no se le podía juzgar por crímenes
cometidos en Ecuador, pero la opinión pública española, a raíz de esas últimas informaciones,
cobró conciencia de que estaba ante un verdadero asesino en serie, ante quien
fuera llamado el “Monstruo de Machala”.
Por otro lado, la ocultación de sus
antecedentes sirvió para que se le intenté elevar la condena a 52 años por
“falsedad documental” al ingresar a España, pero finalmente, en junio del 2006,
sólo se le sentenció a 45 años, afirmándose de él que: “presenta un perfil de
psicopatía sexual integrado con falta de empatía hacia sus víctimas y una
profunda desviación sexual consistente en la necesidad de unir la satisfacción
sexual por actos violentos a la muerte”.
Terminó así sus días el Monstruo de
Machala, mientras en Ecuador, al enterarse de la condena impuesta en España,
Alejandro Muñoz, tío de Mariana Elisabeth (asesinada por Gilberto), dijo ante
la Prensa lo siguiente: “Que se pudra en la cárcel. Ojalá la Justicia española
no sea como la ecuatoriana”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario